lunes, 30 de abril de 2012

INTRODUCCIÓN (Guiados por la eternidad)‏


INTRODUCCIÓN
 
¿Qué es lo que tiene la palabra eternidad, que llama tanto nuestra atención, que de hecho tiene el potencial de influir en una nación entera? Esa es la historia de Arthur Stace, un australiano que nació a una vida de desesperanza a comienzos del siglo pasado. Su vida fue la de un vago, llena de delitos menores, contravenciones y alcoholismo entre la Primera Guerra Mundial y la Gran Depresión. Pero todo esto cambió cuando conoció a Jesús el 6 de agosto de 1930, y poco después oiría gritar a su pastor: «Quisiera poder gritar eternidad en todas las calles de Sydney!». Arthur se sintió guiado a convertir este grito en realidad.
 
Se levantaba muy temprano por la mañana, oraba durante una hora y salía de su casa entre las y las 5.30 A.M., para ir allí donde sintiera que Dios le guiaba. Durante horas, escribiría: eternidad sobre las veredas de la ciudad de Sidney, más o menos en tres lugares por cuadra. Durante más de veinte años, su trabajo fue un misterio. ¿Quién escribía esta única palabra, que hacía que miles de personas se detuvieran a pensar en su significado, a corto y a largo plazo? ¿Había captado este hombre misterioso el impacto del poder de esta palabra? El misterio se resolvió recién en 1956.
 
Dos años después de que Arthur muriera, en 1967, el poeta Douglas Stewart de Sidney publicó lo siguiente, inmortalizando la palabra de este predicador de graffiti:
 
Aquel misterioso poeta Arthur Stace,
Cuya obra consistió en una única y potente palabra
Anduvo en lo más profundo del tiempo y el espacio
y allí fue donde su palabra se pronunció, y él la oyó:
ETERNIDAD, ETERNIDAD, resonando como una campana, el dulce sonido del cielo, lo más sombrío del infierno.
 
Un sermón de una sola palabra tocó a una nación entera. Su mensaje fue preservado para las generaciones venideras por el arquitecto Ridley Smith, que lo escribió en una placa de la Plaza de Sydney. Poco después lo vieron más de cuatro mil millones de personas de todo el mundo, durante la apertura de los Juegos Olímpicos de Sydney, y también en la noche de Año Nuevo anterior al inicio del nuevo milenio, cuando apareció escrita con fuegos artificiales sobre el Puente del Puerto de Sydney.
 
La eternidad atrae la atención de la humanidad entera. No hay raza, tribu o género que pueda resistirse a su atractivo. Fuimos creados con eternidad en nuestros corazones y percibimos la desconocida e inmanente extensión de nuestra existencia. Por eso, lo más sabio es profundizar en lo que dice nuestro Creador con referencia a la eternidad. Después de todo, su Palabra declara: «Aun desde la eternidad, yo soy, y no hay quien libre de mi mano; yo actúo, ¿y quién lo revocará?» (Isaías 43:13, LBLA). Es por esa razón que ha elegido usted este libro. Creo que ha elegido con sabiduría.
 
Oremos juntos antes de comenzar. He orado esto mismo en voz alta, aquí en mi estudio, anticipándome al momento en que usted oraría conmigo:
 
Querido Padre de la Eternidad, Creador de todo y Señor del Universo, vengo ante ti en el nombre de Jesucristo, tu Hijo. Pido, junto a tu siervo John Bevere, que en este día unjas mis ojos para que vean, mis oídos para que oigan y que me des un corazón que perciba y entienda lo que me estás diciendo a través de este mensaje. Reconozco que necesito la ayuda del Espíritu Santo para conocer tu voluntad y tus caminos para mi vida. Es mi deseo agradarte todos los días de mi vida y también por toda la eternidad. Muéstrame no solo tus caminos sino también tu corazón, para que pueda yo conocerte, porque es vida eterna conocerte en lo íntimo como Padre Celestial. Gracias por tu maravillosa fidelidad, gracia y misericordia.
 
Comencemos ahora sabiendo que el Espíritu Santo le dará entendimiento y comprensión que usted no podría haber conseguido por sus propios medios. ¡Qué excitante!
LO ETERNO
 
Enséñanos a contar bien nuestros días, para que nuestro corazón adquiera sabiduría. ... Confirma en nosotros la obra de nuestras manos; sí,confirma la obra de nuestras manos. SALMO 90:12, 17, NVI
 
Lo que quiere la mayoría de la gente es vivir una vida que importe. Es una aspiración buena, que coincide con la voluntad de Dios. Fue lo que Moisés pidió en la oración que cito arriba. Él comienza pidiendo sabiduría para hacer lo mejor con el tiempo. Hay muchas cosas que una vez perdidas, pueden recuperarse en esta vida. Pero tiempo sucede lo contrario. Si lo desperdiciamos, no podemos recuperarlo. Una vez que se pone el sol, ese día queda en el pasado siempre.
 
Su oración concluye diciendo: Confirma la obra de nuestras manosY repite la misma frase dos veces. ¿Por qué? No es que Moisés tuviera problemas con la gramática o la memoria. Más bien, utiliza estilo literario que encontramos en los escritos hebreos. La repetición es una forma de énfasis. En español y en otros idiomas, si queremos poner énfasis en la importancia de una palabra o frase podemos usar varios métodos. Podemos marcarlo en negrita, en letra cursiva, subrayarlo, utilizar mayúsculas o añadir signos de exclamación. Son maneras de llamar la atención del lector hacia algo que es muy importante. En cambio, los escritores hebreos repetían la palabra o la frase para poner énfasis en su significado y esto no se tomaba como exageración: ellos siempre elegían las palabras con cuidado. El hecho de que esta frase aparezca repetida en las Escrituras muestra que no sólo es voluntad de Dios que logremos el éxito sino que además, siente pasión porque podamos hacerlo. Dios es quien pone el énfasis, confirmando la acción de nuestras manos.
 
Fuimos creados para el éxito. ¡Dios quiere que nuestras vidas sean significativas! ¡Que importen! Dios lo deseó primero, y no nosotros. Nos lo dice en las Escrituras. Mencionaré solo dos pasajes como ejemplo: «Y te hará Jehová tu Dios abundar en toda obra de tus manos» (Deuteronomio 30:9 —énfasis añadido). Observe la palabra ((toda». ¡No dice algunas obras! Leemos, otra vez: «Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harásprosperar tu camino, y todo te saldrá bien» (Josué 1:8 — énfasis añadido).
 
Hace falta la sabiduría que Dios da para disfrutar del éxito. Las Escrituras declaran: «El que posee entendimiento ama su alma; El que guarda la inteligencia hallará el bien» (Proverbios 19:8). La sabiduría nos da el conocimiento y la capacidad para tomar las decisiones correctas en el momento oportuno. La verdadera sabiduría no les es otorgada a los de mente más aguda sino a todo el que viva en el temor del Señor, y esté fundado en Cristo. Para poder edificar una vida de significación eterna, usted debe hacerlo a través de la sabiduría que Dios le da, y es de eso que trata este mensaje.
 
De la sabiduría nace el éxito, que a su vez trae satisfacción y recompensa perdurables: «Si eres sabio, tu premio será tu sabiduría» (Proverbios 9:12, NVI). No sólo es que el Señor desea que prosperemos sino que además anhela recompensarnos por ello. Una vez más, leemos: «El Señor protege la vida de los íntegros, y su herencia perdura por siempre» (Salmo 37:18, NVI).
 
El hecho de que Dios desea que tengamos éxito se ha destacado en buena parte de la iglesia durante los últimos años, con el debido énfasis. Sin embargo muchas veces el éxito es percibido como lo define la sociedad y no como lo ve Dios. Se ve con los ojos de lo temporal, no con los de lo eterno. Esto crea una imagen borrosa en el entendimiento, lo cual da como resultado búsquedas infructuosas o erróneas. Todos estaremos algún día ante el Juez del universo, Jesucristo, y si hicimos que nuestra vida tenga significación por medio de la sabiduría que Dios nos da, recibiremos recompensa eterna.
 
Si hemos buscado en los lugares equivocados, seremos castigados o sufriremos pérdidas eternas. Así que más nos valdrá invertir un par de horas en descubrir qué es lo que busca el Señor.
 
Es el eje central de este libro: hacer que nuestra vida cuente, que tenga importancia no solo para el hoy, sino para la eternidad. La Biblia nos enseña con toda claridad cómo hacerlo. Si hemos de estar motivados por lo eterno, comencemos por tratar de comprenderlo un poco más.
 
LA ETERNIDAD
 
Lea estos dos pasajes con atención:
 
« ¡Tan grande es Dios que no lo conocemos número de sus años!» ¡Incontable es! JOB 36:26, NVI.
 
…ha puesto eternidad en el corazón de ellos» ECLESIASTÉS 3:11.
 
La eternidad: ¿qué es? ¿Cómo se la puede definir? ¿Cómo entenderla? El Diccionario de la Real Academia Española define la eternidad como perpetuidad sin principio, sucesión ni fin. Pero en otro diccionario encontré que la eternidad es el estado de existir fuera del tiempo. ¿Cómo puede ser que se defina a la eternidad en términos de principio y fin, como marcas de tiempo y también como algo que está fuera del tiempo? ¿Cómo puede ser que nadie haya cuestionado esto? ¿No cuestionaríamos dos libros de ciencia si definieran algo del mundo como existiendo en diferentes, estados? Supongamos que un libro definiera al pez como ser vertebrado que vive en el agua en tanto otro informara que vive en entornos donde el agua no existe. De inmediato llegaríamos a la conclusión de que uno de los dos está equivocado y lo descartaríamos. Entonces ¿por qué no cuestionamos ni descartamos ninguna de las dos definiciones encontradas sobre la eternidad?
 
La verdad es que la eternidad no puede entenderse con la mente. Nuestras mentes son finitas, y su limitación les impide comprender lo que es un concepto eterno, perpetuo. Permítame ilustrar esto. Tómese un momento e imagine dónde termina el universo. Piense en su perímetro. Si puede concebir un perímetro para el universo, ¿qué será? ¿Un muro? ¿Hecho de qué cosa? ¿Cuán grueso es? ¿Sería entonces la cara exterior de este muro el límite, el lugar donde termina el universo? ¿Dónde estaría el final? ¿Puede su mente abarcar lo infinito del universo?Nada más deténgase un momento y piense en esto.
 
¿Qué hay de un pozo sin fondo? ¿Puede imaginarse cayendo en un pozo que no tiene fondo? ¿Cayendo interminablemente? ¿Sin tocar el suelo ni verlo siquiera? ¿Cayendo por los siglos de los siglos? Aquí se producen dos cortocircuitos mentales, y no solo uno: ante todo, no hay fondo. Y en segundo lugar, el tiempo de la caída no tiene límites. Es difícil captarlo, parece un concepto salido de la ciencia ficción. Sin embargo, en las Escrituras se menciona tal lugar siete veces.
 
¿Y qué hay de Dios mismo, el Creador del hombre? Tómese un momento para pensar en el inicio de Dios, o mejor dicho en su «no inicio». Las Escrituras declaran que Dios existe «aún antes que hubiera día». Así que si no nació, si nadie lo creó ¿cómo comenzó a ser Quien es? ¿Cómo se desarrolló? La verdad, es que no evolucionó hasta llegar a ser Dios, porque el salmista declara: «Antes que naciesen los montes y formases la tierra y el mundo, desde el siglo y hasta el siglo, tú eres Dios» (Salmos 90:2). Medite en esto por un momento. Si lo hace, verá que su razonamiento intelectual se frustra, porque como escribió Job: «Ni se puede seguir la huella de sus años;>.
 
PUESTA EN NUESTROS CORAZONES
 
Lo que es en verdad inescrutable para nuestra mente natural, está puesto por el Creador en nuestros corazones. La eternidad es algo que nuestro corazón conoce. Nace junto con cada ser humanó Por eso: «Dice el necio en su corazón: no hay Dios » (Salmo 14:1, énfasis añadido).Observemos, que las Escrituras no dicen «Dice el necio en su mente». Hay muchos ateos que con todo énfasis niegan la existencia de Dios, pero en sus corazones saben que Él existe, porque allí está plantada esta noción. Todavía no han endurecido sus corazones hasta un estado completamente degenerado.
 
Tengo un amigo que hace años era un férreo defensor del ateísmo. Al menos, creía ser ateo. No permitía que nadie le diera testimonio de Dios. De hecho, un día le arrancó a un compañero de trabajo la Biblia que llevaba en la mano, la tiró al suelo y la pisoteó, insultándola y profiriendo improperios contra su colega. Acusaba a este cristiano de ser débil y descerebrado.
 
Más tarde, después de años de ateísmo confeso, un día sintió gran dolor en el pecho. Los médicos le practicaron cirugía exploratoria. De inmediato tuvieron que cerrarlo y le dijeron que le quedaban menos de veinticuatro horas de vida.
 
Esa noche, acostado en su cama, supo que iría a su morada eterna y que no era para nada el lugar donde querría acabar. ¿Cómo podría saberlo, si no había permitido que nadie le diera a conocer las Escrituras? ¿Tendría entonces la eternidad puesta en su corazón, como declaran las Escrituras sobre todo ser humano: «lo que se puede conocer acerca de Dios es evidente para ellos, pues él mismo se lo ha revelado» (Romanos 1:19, NVI)?
 
Esa noche su corazón se detuvo. Mi amigo dejó su cuerpo y descendió a la más profunda oscuridad. Era una oscuridad tan densa que la sentía como si fuera algo que vestía, porque no había siquiera atisbo de luz. Después de caer durante lo que le pareció mucho tiempo, oyó los horrendos gritos de las almas atormentadas. Una fuerza la impulsó hacia la misma puerta del infierno, pero de repente pudo volver a su cuerpo. Lo habían revivido.
 
A la mañana siguiente llamó al único cristiano que conocía. Su amigo vino y le proclamó las buenas nuevas de salvación a través de Jesucristo. Una vez que hubo recibido a Jesucristo en su vida como Señor y Salvador, su amigo oró por su sanidad. Tres semanas más tarde salía del hospital. Hoy, mientras escribo este libro, sigue vivo. Es un milagro andante.
 
Como ateo proclamaba que no había Dios, pero la eternidad estaba plantada en su corazón. El necio, por otra parte, es quien no solo niega a Dios con su mente sino que además se resiste en su corazón al punto de cauterizar su conciencia. Está más allá del alcance de todos. Porque una cosa es aferrarse a una creencia con el intelecto, cosa que puede modificarse, y algo muy distinto es endurecer el corazón por completo. El Nuevo Diccionario Bíblico de Unger da esta definición: «En las Escrituras, el “necio” es principalmente la persona que echa fuera el temor de Dios, y piensa y actúa como si pudiera desconocer los eternos principios de la justicia de Dios, sin consecuencia alguna».
 
El necio puede en realidad reconocer a Dios con la mente, pero niega su existencia en su corazón, lo cual se refleja en la forma en que vive. El temor de Dios es lo que mantiene a nuestros corazones al alcance del Espíritu Santo; si se pierde, ya no hay esperanza para nosotros. Pablo dijo: «Varones hermanos, hijos del linaje de Abraham, y los que entre vosotros teméis a Dios, a vosotros es enviada la palabra de esta salvación» (Hechos 13:26, énfasis añadido). Solamente quienes temen a Dios son capaces de oír las Palabras de vida eterna.
 
LA ETERNIDAD, DEFINIDA
 
La eternidad está plantada en nuestros corazones aún cuando sea imposible comprenderla con nuestras mentes. Así que para definirla, le pido que escuche con el corazón. De hecho, tendrá que hacer lo mismo para poder encontrar beneficio en la lectura de todo el libro. ¿Cómo lograrlo? Ante todo, reconociendo que necesita que el Espíritu Santo le ayude, pidiéndole su asistencia. Ya hemos hecho esto (vea la Introducción). El Espíritu Santo entrará en comunión con la parte más íntima de su ser, y no con su mente. En segundo lugar, deténgase para considerar y meditar cuando su corazón es conmovido y captado por la declaración de una verdad. No se apresure a leer el libro hasta el final, porque si lo hace, los beneficios serán limitados. Para recibir el pleno impacto de la palabra eterna de Dios para usted, aplique estos dos pasos y verá que cambiará para siempre. David dice: «En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra ti» (Salmos 119:11). No lea solamente para lograr la comprensión mental, que puede olvidarse o perderse con facilidad. En cambio permita que la Palabra entre en su corazón a través de la contemplación y la oración.
 
La eternidad dura por siempre. No hay fin. Sin embargo, no solo se trata de tiempo interminable, porque no está sujeta al tiempo. La eternidad trasciende al tiempo. Hablar de la eternidad en términos de mera duración perpetua es perderse la imagen completa. Para captar la mejor visión de la eternidad tenemos que mirar a Dios mismo. Él no tiene límites de poder, conocimiento, sabiduría, entendimiento o gloria..., por nombrar sólo algunos atributos. Dios existe por sí mismo. Será Dios por los siglos de los siglos. Él es llamado «Padre Eterno» (Isaías 9:6)La traducción literal de Young dice «Padre de la eternidad». También se le llama «Rey eterno, inmortal» (1 Timoteo 1:17, NVI). Todo lo que es eterno está en Él. De hecho, la eternidad misma está en Él. Todo lo que esté fuera de Dios es temporal y cambiará. No importa cuán bueno, noble, potente o perdurable pueda parecer, dejará de ser en algún momento. Hasta la tierra y el universo cambiarán, pero no Dios:
 
Tú, oh Señor, en el principio fundaste, la tierra, y los cielos son obra de tus manos. Ellos perecerán, mas tú permaneces; y todos ellos se envejecerán como una vestidura, y como un vestido los envolverás, y serán mudados; pero tú eres el mismo, y tus años no acabarán. Hebreos 1:10-12
 
No sólo jamás cesará de ser, sino que permanece inmutable por toda la eternidad. Las Escrituras declaran:
 
Porque: toda carne es como hierba, y toda la gloria del hombre como flor de la hierba. La hierba se seca, y la flor se cae; mas la palabra del Señor permanece para siempre. Y esta es la palabra que por el evangelio os ha sido anunciada. 1 Pedro 1:24-25
 
Dios es eterno, y por eso toda palabra que pronuncia es eterna. Dios no puede mentir ni puede romperse lo que Él haya hablado. Si no fuera así, todo caería, colapsado en suma oscuridad, porque Dios es luz y sostiene todas las cosas por medio de su Palabra. Jamás podrá haber cambio alguno en lo que Dios dice, porque de otro modo no podría ser eterno. Ésa es una base segura, cimiento sólido sobre el que podemos edificar nuestras vidas.
 
JUICIOS ETERNOS
 
Hay muchos que no edifican sus vidas sobre lo eterno, que es la Palabra de Dios, sino sobre el pensamiento cultural, la tradición, las suposiciones y los sentimientos emocionales acerca de lo que es Dios. Esto no solo se aplica sólo a quienes no son cristianos, sino también a muchos creyentes. Es aterrador creer que algo temporal sea la verdad eterna. Porque cuando lo hace, su cimiento es endeble, y su destino seguro será la caída. Usted creerá en una mentira y vivirá en estado de engaño.
Me asombra la cantidad de personas que conozco que basan sus vidas en lo que no es eterno. Algunos me hablan de Dios y de que creen en su Hijo, pero el que declaran no es Aquel que se revela en su Palabra. El engaño es muy potente. ¿Cómo pueden creer algo que sólo imaginan con sus mentes, algo moldeado por una sociedad que ya se ha declarado contraria a la naturaleza de Dios? Jesús dijo:
 
El que...no recibe mis palabras, tiene quien le juzgue; la palabra que he hablado, ella le juzgará en el día postrero. Porque yo no he hablado por mi propia cuenta; el Padre que me envió, él me dio mandamiento de lo que he de decir, y de lo que he de hablar. Juan 12:48-49 (Énfasis añadido)
Hay un Día del Juicio, ya designado desde la fundación del mundo (Hechos 17:31). Ese día no traerá nuevas revelaciones de la verdad. Por el contrario, medirá todas las cosas por lo que ya ha sido dicho. Su Palabra, que hoy tenemos, nos juzgará en ese último día. Es eterna. Final. No hay excepciones, alteraciones o revisiones. ¿No nos convendría conocer y vivir según lo que Dios dice, en lugar de basarnos en lo que suponemos que dijo?
 
Los juicios de ese día son eternos (Hebreos 6:2). Es decir que las decisiones que se tomen ese día, basadas en cómo hemos alineado nuestras vidas con respecto a su eterna palabra, ¡determinarán cómo pasemos el resto de la eternidad! No habrá cambios o enmiendas a esas decisiones, porque son juicios eternos.
 
Hay tantas personas, creyentes y no creyentes, que ignorantemente están permitiendo que el juicio se apresure hacia ellas sin motivarse para investigar. Han depositado una falsa esperanza en conceptos que no se encuentran en la Biblia. Algunos piensan que Dios tomará en cuenta el bien que hayan hecho, y que si pesa más que lo malo, hallarán favor. Otros que profesan haber pasado por una experiencia de nuevo nacimiento, piensan que no tendrán que pasar ante Jesús como Juez porque él es su Salvador. Creen estar exentos de toda forma de juicio. Se llevarán una gran sorpresa. Y también están los que piensan que todo saldrá bien para todos. Confían en una misericordia que no es escritural.
 
Ninguno de estos conceptos es lo que el Nuevo Testamento revela y enseña. Esas ideas, y muchas otras que la gente ha pergeñado en su imaginación, son temporales y no eternas y no podrán sostenerse en ese día. Serán hombres y mujeres atónitos, y creo en lo personal que habrá más cristianos profesos que no creyentes entre los sorprendidos el Día del Juicio.
 
CONFIANZA EN EL JUICIO
 
No hay por qué entrar al juicio con temor. Podemos hacerlo con confianza:
 
Ese amor se manifiesta plenamente entre nosotros para que en el día del juicio comparezcamos con toda confianza, porque en este mundo hemos vivido como vivió Jesús. 1 JUAN 4:17, NVI
 
Observe las palabras «en este mundo hemos vivido como vivió Jesús». La clave que nos dará confianza el Día del Juicio es el amor de Dios que se perfecciona (o madura) en nosotros. Aquí está el punto en que muchos fallan. Ven el amor de Dios a la luz de lo temporal, no de lo eterno. Hay amor y bondad, cualidades admiradas por la sociedad y por muchos en la iglesia, aunque determinados según la medida humana, por lo que son contrarios al amor de Dios. Permítame ilustrarlo con algunos ejemplos bastante comunes.
 
«Nos amamos mucho y estamos pensando en casarnos». Esto dicen muchos, cuando tienen relaciones sexuales fuera del matrimonio. No solamente que esto pecado aunque se casen, sino que muchas veces he visto que muchos lo afirman pero luego no se casan. Se han olvidado de la clara exhortación: «Honroso sea en todos el matrimonio, y el lecho sin mancilla; pero a los fornicarios y a los adúlteros los juzgará Dios» (Hebreos 13:4), Observe que no dice: «Los fornicarios y adúlteros que no van a la iglesia». No. Esto es para todos los que practican este estilo de vida.
 
«Sé que no era del todo verdad, pero ayudará a que cerremos el trato y nos aseguraremos de ser justos». Muchas veces las personas de negocios dicen algo así cuando quieren asegurarse una venta que creen que será realmente buena para las personas, pero necesitan torcer un poco las cosas para lograr que el cliente dé un paso adelante y se decida a comprar. Esto no sólo es pecado de mentira, sino que casi siempre el negocio es más beneficioso para el vendedor que para el comprador. Han olvidado la advertencia que establece: «. . .todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre» (Apocalipsis 21:8).
 
«Lo que le dije es la verdad». Esto suele decirse cuando la gente habla cosas negativas (chismes o injurias) sobre otro, como un amigo, colega, jefe, etc. Quizá actúen como si se preocuparan o les importara, pero de hecho sigue siendo injuria. En realidad, usted puede tener el un cien por ciento de razón, pero igual estará actuando mal según los parámetros bíblicos. Quizá recuerde que el hijo menor de Noé, Cam, decía la verdad a sus hermanos sobre haber visto desnudo y ebrio a su padre. Sin embargo, su linaje fue maldecido por generaciones como resultado de sus deshonrosos dichos sobre su padre. ¿Han olvidado los que injurian y andan con chismes la exhortación a los creyentes, que dice: «Hermanos, no os quejéis unos contra otros, para que no seáis condenados; he aquí, el juez está delante de la puerta»? (Santiago 5:9).
 
Hay un sinfín de ejemplos, pero el denominador común es que todos son contrarios a la eterna voluntad de Dios. Lo que asusta es que muchos de los que viven de esta manera y pronuncian declaraciones que aparentan ser inocuas quizá asistan a la iglesia y se muestren amables, por lo que se les considera ciudadanos modelo. Sin embargo, ¿cómo son medidos por lo eterno? Juan nos da la respuesta sobre cómo perfeccionar (madurar) el amor de Dios, un poco antes en su carta:
 
El que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está en él; pero el que guarda su palabra, en éste verdaderamente el amor de Dios se ha perfeccionado; por esto sabemos que estamos en él. 1 Juan 2:4-5
 
Recuerde que es el amor de Dios perfeccionado (madurado) el que nos da la confianza para estar ante nuestro Juez. Juan dice con toda claridad que el amor de Dios se perfecciona al guardar sus mandamientos, y no al comportarnos de la manera que la sociedad vea con buenos ojos. Tenga en mente que Eva no fue atraída hacia el lado malo del árbol del discernimiento del bien y el mal, sino ¡hacia el lado bueno! «Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos» (Génesis 3:6 NVI). Existen lo bello y lo bueno a los ojos y el razonamiento humanos, que son contrarios al eterno amor de Dios. No es eterno, y no perdurará.
 
Las Escrituras también establecen que no podemos observar un porcentaje de los mandamientos de Dios y creer que estaremos confiados en el Día del Juicio. Es cuando observamos cuidadosamente toda su Palabra, completa, que el amor de Dios es perfeccionado, madurado. Por eso Dios nos da la gracia, que nos da la capacidad de obedecer su Palabra por completo, de manera aceptable para Él. «Así que, recibiendo nosotros un reino inconmovible, tengamos gratitud, y mediante ella sirvamos a Dios agradándole con temor y reverencia» (Hebreos 12:28).
 
La clave consiste en saber qué desea y busca el Rey, no lo que le parece bueno a la sociedad o al razonamiento humano. Por eso Dios nos dice: «No se amolden al mundo actual, sino sean transformados mediante la renovación de su mente. Así podrán comprobar cuál es la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta» (Romanos 12:2, NVI). Lo que puede parecer bueno para nuestra cultura puede ser una afrenta a los deseos de Dios, a lo eterno.
 
Permítame ilustrarlo. Estoy sentado en este momento en la habitación de un hotel en Singapur, donde predicaré este fin de semana ante unas veinte mil personas. Ya he estado varias veces en esta gran nación. También prediqué el evangelio varias veces en los Países Bajos. Allí, no es ilegal la posesión de marihuana, ni tampoco se castiga a quien la fuma. Es legal fumar marihuana y quien lo hace no tiene por qué temer que la ley le castigue. Pero en Singapur, si a uno lo atrapan con cierta cantidad de droga (y la cantidad es muy pequeña), será arrestado y castigado con severidad. ¡Y silo atrapan con una cantidad mayor, el castigo es la muerte en la horca! Cuando uno vuela a Singapur, en la tarjeta de ingreso al país leerá: «Muerte a los traficantes de drogas bajo la ley de Singapur».
 
Ahora, ¿puede imaginar usted a un joven holandés que fuma habitualmente marihuana y que viaje a Singapur y allí comparta su hierba con los del lugar? Declara alegremente a sus nuevos amigos: «Oigan, chicos, esto es genial, Te calma, te pone alegre, y además borra tus frustraciones. ¿Quieren un poco? Les comparto, con todo gusto».
 
Lo arrestan de inmediato. Queda atónito. « ¿Por qué me arrestan?», es lo primero que pregunta a los policías.
 
Llega el día del juicio. Allí está, ante el juez, creyendo de todo corazón que se trata de una broma pesada o algo así. El juez declara que lo halla culpable y dicta su sentencia.
 
El joven, sin poder creerlo, dice: «Su Señoría, de donde yo vengo es legal compartir la marihuana con los amigos».
 
Y el juez le responde: «No está usted en Holanda. Está en Singapur y en este país es ilegal hacerlo».
La confianza del holandés se esfuma. No tiene dónde sostenerse, No puede recurrir ante la suprema corte del país. No tiene cómo defenderse.
 
Hace varios años, estando yo en Singapur, un joven norteamericano fue arrestado por causar destrozos a un automóvil. Lo juzgaron, fue declarado culpable y sentenciado a recibir azotes de Rotan. Este es un castigo que causa daño físico permanente, porque se azota a la persona en el trasero con un tipo de caña de bambú tratada con sustancias químicas. Hasta el Presidente Clinton intentó que alivianaran su sentencia. Sin embargo, nada logró. El joven había violado la ley de Singapur y tenía que cumplir su sentencia.
 
Todos llegaremos ante la suprema corte del universo. La decisión de esta corte será final y definitiva por toda la eternidad. Muchos se sorprenderán, aunque no habrá motivo para ello. ¿Está preparado usted? Según la Palabra de Dios podemos ir ante el Juez del universo con confianza. Este libro tiene como propósito ayudarle a prepararse. Si el joven holandés se hubiera tomado el tiempo de aprender y prepararse antes de entrar en Singapur, se habría evitado tan severo castigo. ¡Cuánto más importante es esto para nosotros, porque la decisión tomada desde el podio del Juez será para siempre!
 
RECOMPENSAS
 
Habrá más de un juicio. Habrá un juicio para los no creyentes, otro para los creyentes, y hasta uno para los ángeles. Las decisiones que se tomen serán variadas. Habrá pérdida y castigo. Y habrá recompensas. Entraremos en mayor detalle sobre esto en los capítulos que siguen, pero quiero señalar una vez más que las decisiones serán eternas; es imposible exagerar en esto (intente captar mentalmente que nunca termina). Es voluntad de Dios que sepamos esto por adelantado y que nos esforcemos por las recompensas. Pablo dice: « ¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero uno solo se lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis. Todo aquel que lucha, de todo se abstiene; ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible. Así que, yo de esta manera corro, no como a la Ventura; de esta manera peleo, no como quien golpea el aire, sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado» 1 Corintios 9:24-27, Énfasis añadido.
 
Dice con toda claridad: «Así que, yo de esta manera corro, no como a la ventura [sin meta definida]». Otra versión dice: «Yo me esfuerzo por recibirlo» (BLS). Eso es exactamente lo que todo ser humano debería hacer: correr .con certeza y propósito, para ganar. No estamos compitiendo contra nadie más que contra nosotros mismos.
 
GUIADOS POR LA ETERNIDAD
 
No basta con creer que desde el podio del Juez todo se arreglará en beneficio de todos. No habrá excusas, porque Dios ha puesto su Voluntad a nuestro alcance para que la conozcamos. Habrá muchas personas que saldrán bien paradas en comparación con otras con quienes se compararon, pero que sin embargo no han permitido que lo eterno las dirija ni actúe como combustible para avivar sus vidas. De allí el título de este libro: Guiados por la eternidad.
 
La palabra guiados, nos indica el concepto de «guiar, dirigir, controlar». Otra definición es: «brindar la fuerza necesaria, la motivación», ¿Qué es lo que está guiando o motivando su vida en esta tierra? ¿Es lo eterno o lo temporal? ¿Se basa en la sabiduría divina? ¿O nos comparamos con otras personas, escuchando elogios, tradiciones o mitos proclamados desde algunos púlpitos o escuelas? ¿Se mantendrá en pie aquello sobre lo que edificamos nuestras vidas cuando estemos ante Él, el Juez, o sucederá que nuestros esfuerzos se perderán en la nada? Recuerde que ya sabemos cuál será el parámetro en el momento del juicio: «La palabra que he hablado, ella le juzgará en el día postrero» (Juan 12:48).
 
Habrá muchos que quedarán sorprendidos cuando estén ante Jesucristo el Día del Juicio. La mayoría no serán no creyentes, sino ¡cristianos profesos! Sí, habrá quienes buscaron seguridad en una parte de lo que enseña el Nuevo Testamento, pero que no se ocuparon de estudiar con atención el cuadro completo. Lo que hoy le pregunto a usted es lo siguiente: ¿Quiere descubrir la verdad después de que se haya tomado la decisión eterna y sea demasiado tarde para cambiar? ¿O prefiere conocer ahora el parámetro por el cual se le juzgará?
 
El siguiente capítulo comenzará con una alegoría que se extenderá hasta el capítulo siguiente. Lea con atención y recuerde los detalles, Porque volveremos a referirnos a ellos con frecuencia. La historia concluirá en el capítulo 8, y las verdades se tratarán a lo largo del resto del libro. El libro gira en torno a esta alegoría, así que no la lea solamente por encima; incluso es posible que necesite volver a releerla a medida que avancemos en la enseñanza.
 
Gran parte de lo que comparto en este libro se refiere a situaciones duras que Dios me permitió vivir personalmente. Cuento cuáles son muchos de mis defectos, escudriñados por el Espíritu Santo bajo el microscopio de su verdad. Tengo la esperanza de que esto le mueva a estudiar con atención las Escrituras, para que pueda tener un cimiento firme donde pararse el Día del Juicio. También mencionaré algunas de las peores interpretaciones de nuestra sociedad que hacen que los hombres y mujeres se aparten de Aquel a quien manifiestan como su Salvador. Podrá sentir sentirá sorpresa, conmoción y quizá hasta le ofenda lo que lee, pero todo esto vendrá seguido de promesa, esperanza y consuelo.
 
Si tiene coraje, si desea la verdad y en su corazón busca a Dios, sigamos adelante. ¡Se alegrará de haberlo hecho! Guarde en su corazón la siguiente exhortación:
 
Así lo hizo para que, justificados por su gracia, llegáramos a ser herederos que abrigan la esperanza de recibir la vida eterna. Este mensaje es digno de confianza, y quiero que lo recalques, para que los que han creído en Dios se empeñen en hacer buenas obras. Esto es excelente y provechoso para todos. Tito 3:7-8, NVI

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