viernes, 10 de febrero de 2012

CUENTOS PARA LOS NIÑOS: EL MONARCA DE LA SELVA‏


La noche había caído sobre la selva, había un gran silencio, una gran quietud.
Se sintió un murmullo del viento y el pino gigante se inclinó para ver a los
pajarillos y los arruyó suavemente en sus nidos, para que se quedaran
dormidos. No es extraño que los pajarillos se sintieran seguros en él.
"Un árbol que mira a Dios a toda hora
y alzando sus frondosos brazos ora"
Se sintió un crujido en las hojitas de pino que tapizaban el suelo y se
escurrieron hacia afuera los duendecitos de los bosques, que se llaman
Gnomos. Estaban ansiosos de salir a la luz de la luna; pero miraban
cautelosamente a su alrededor para ver si no había peligro. Se escabullían por
aquí y por allá, alegres y vivarachos. De repente se detuvieron y formaron un
grupo debajo del más grande de los árboles de la selva, porque había sucedido
algo extraño. El más valiente de todos los árboles, el Gran Monarca, no se
estaba balanceando con la brisa, sino que estaba lanzando quejidos como si
tuviera un gran dolor. ¿Qué es lo que habría pasado? ¡Algo terrible debía
haber sucedido!
Los pequeños Gnomos miraron hacia arriba y ¡qué susto más grande!. El
hermoso arco-iris que había siempre alrededor del árbol no estaba allí. Había
que hacer algo, por eso miraron hacia la luna y dijeron: "¿No podría algún
bondadoso Ángel de Misericordia, venir a ayudar al Gran Monarca?". Y se
quedaron en seguida guardando silencio y esperando. De repente se oyó un
susurro y el sonido de una música muy dulce y apareció el Espíritu del pino,
todo de color blanco resplandeciente.
"No estés tan apenado Gran Monarca", dijo el Espíritu, "porque te traigo
espléndidas noticias. Tú y tus compañeros, los árboles de la selva que tangan
la edad necesaria, van a emprender un largo viaje por el mundo. Van a ir a dar
refugio contra las tormentas y el viento a muchos que lo necesitan".
"Pero, ¿quién va a cuidar de los pajarillos, de los espíritus de la naturaleza y
de las orugas?", dijo el Gran Monarca.
"Oh, monarca", dijo el Espíritu, "¿Dónde está su fe? El Espíritu-Grupo que te
ha guiado y te ha cuidado a tí y a los demás árboles, tiene muchos otros
arbolitos chicos listos para ocupar el lugar de ustedes. Mañana en la mañana
muy temprano vendrá a la selva una cuadrilla de hombres,
grandes y fuertes, llamados leñadores. Traerán afiladas hachas para cortarte;
pero ellos no tienen odio en sus corazones, sino que amor por tu hermoso
cuerpo. Por eso sé valiente y cálmate, que todo saldrá bien. Yo te cuidaré.
Despiértate temprano mañana, para que despidas a los pajarillos en su vuelo
matinal, no tienes para qué ponerlos tristes. Envía a los Gnomos a hacer su
trabajo a otra parte de la selva, tan pronto como salga el sol. Buenas Noches
Gran Monarca. Te guiaré en este viaje por el amplio mundo" y en seguida el
Espíritu se fue graciosamente de allí.
En la madrugada hubo una gran actividad, que fue seguida por una profunda
quietud; pero no sucedió nada por algún tiempo. De repente se oyó el sonido
de una alegre canción que provenía de hombres felices. A medida que se
aproximaban, se detenían en silencio para observar los gigantescos pinos.
"¡Qué árboles más espléndidos!" dijo uno de ellos.
Otro hombre dijo: "Quisiera acordarme de un poema que oí una vez acerca de
los árboles, pero lo único que puedo recordar es el final: "Y solamente Dios
un árbol puede hacer".
"Parece casi un crimen cortarlos" dijo el jefe de los hombres. "Pero tenemos
que obedecer órdenes. Así es que empiecen a cortar".
Nunca antes en la selva se había oído tanto ruido. Los árboles se esforzaban
por ser valientes y conservar la calma; pero se sentían como si fueran niños
chicos en vez de ancianos. Después que los hubieron cortado, fueron cargados
en un inmenso vagón, y allí les dieron un nuevo nombre: Trozas. Fueron
transportados muy lejos por los vagones y cuando ya estaban muy cansados y
querían saber qué les iba a suceder después, tuvieron una gran sorpresa.
Delante de ellos apareció un hermoso y fresco río, cuyas aguas los invitaban a
nadar. En seguida, un hombre vigoroso los hizo rodar hacia el río. ¡Qué
salpicadura más enorme la que hicieron al caer! y siguieron viaje deslizándose
por el río.
No podían entender lo que los hombres decían y no sabían por lo tanto a qué
se referían. Perdieron el valor casi por completo cuando llegaron a un torrente
bramador: pero vieron al hermoso Espíritu del Monarca de los pinos, que
revoloteaba encima de ellos y recuperaron la calma.
Uno por uno fueron pasando lentamente por la sierra y cuando salían por el
otro extremo, ya no eran trozas sino que lindas tablas de pino. Las pusieron
después en enormes pilas y luego vino un desconocido, las miró y dijo que
eran tablas muy buenas y que servirían para construír casas de buena calidad.
Una mañana, un gran camión llegó al patio donde estaba la madera y el
conductor dijo: "Bueno, vine a buscar estas tablas de pino, que encargué
ayer". Entonces los árboles, que ahora eran tablas, tuvieron otra sorpresa, un
viaje por el hermoso campo y, por último, fueron descargados en una
encantadora colina verde.
Pronto se sintió un enorme ruído. Martillazos, martillazos y más martillazos.
A las tablas les costaba conversar sobre el ruído y en realidad casi llegaron a
desesperarse del susto. Oyeron entonces una voz que todos reconocían. La voz
del Espíritu del Monarca de los pinos que revoloteaba por encima de ellos y
les decía: "¡Sean valientes y fuertes, a cada uno de ustedes le corresponde un
papel en la construcción de una casa que va a proteger a una encantadora
familia de la intemperie y de las tormentas!". Los martillazos continuaron y se
levantó una hermosa casa.
De nuevo el Espíritu volvió a revolotear sobre ellos y les dijo: "Vuestra gran
lección ha sido aprendida, la lección de COOPERACIÓN en el gran plan de
Dios. Cooperación significa trabajar en conjunto por el bien de todos. En
la selva cooperaron ustedes con la naturaleza, dando alojamiento a los
pajarillos y en seguida cuando el hombre los necesitó para una labor más
grande, cooperaron también con él y le hicieron esta hermosa casa para su
familia. Todos los días oirán las risas de los niños felices. Las madres hablarán
encantadas a sus amigas acerca de su casa nueva y los padres les contarán a
los amigos que esta casa está hecha con los mejores pinos de la gran selva".
Después el Espíritu se volvió a la selva a enseñarles también a los pinitos
chicos el amoroso mensaje de COOPERACIÓN con Dios y con el hombre.


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