viernes, 10 de febrero de 2012

TRANSPLANTE DE ORGANOS


¿Cuál es el punto de vista de la Fraternidad Rosacruz en cuanto a los
trasplantes de órganos, cada vez más frecuentes? ¿Qué pasa con el átomo
simiente del donante durante el trasplante de corazón? En su opinión, qué efectos
producen en los que donan partes de sus cuerpos para la ciencia médica o para
atender las necesidades de otros?
RespuestaLos átomos de cada cuerpo físico son de propiedad exclusiva del Ego
que en él habita. Las características de ese cuerpo físico y de sus órganos son el
reflejo del modo en que ese Ego ha vivido sus vidas anteriores y ha sido capaz de
construir los arquetipos de sus vehículos físicos durante los períodos post mortem.
Por ese motivo, los órganos trasplantados, ciertos tipos de sangre y algunas
sustancias artificiales pueden verse rechazados por un Ego determinado. Ningún
Ego aceptará inserciones físicas en su vehículo denso, si difieren mucho de sus
características personales. El Ego ha de dominar las células de toda materia
extraña introducida en su cuerpo, físico como alimento, como trasplante o como
transfusión. Y, si no puede dominarla, la rechazará. El paciente debería, por tanto,
estar lo más seguro posible de poder dominar cualquier materia extraña, antes de
serle introducida en el cuerpo físico.
Recibir un órgano sano trasplantado a cambio del propio, enfermo incurable o
malformado, debería proporcionarle el Ego la posibilidad de vivir una vida más útil.
Pero el empleo de un órgano trasplantado, por muy bien que sus átomos
armonicen con el resto del cuerpo del receptor, no ayudará a éste a hacer un
arquetipo mejor para dicho órgano en su próxima vida, ya que esa capacidad
dependerá sólo del progreso espiritual que haya logrado en la presente. Si no
corrige la causa espiritual subyacente de la debilidad del órgano en cuestión, es
de suponer que, en la siguiente vida, se verá víctima del mismo mal, incluso
agudizado.
Si alguien está deseoso de reformarse espiritualmente, el disfrute de un trasplante
que funcione bien debería proporcionarle suficiente alivio inmediato a su
sufrimiento y desesperanza, para hacerle revisar su situación más racionalmente y
hacer el esfuerzo necesario. Hay que admitir la posibilidad de casos en los que un
trasplante proporcione esperanza a un Ego, de otro modo muy limitado de por
vida, si se compromete a ajustarse en el futuro a las normas del recto vivir.
Creemos que los trasplantes de corazón hay que verlos bajo una óptica distinta
que los de los demás órganos. El corazón contiene el átomo simiente del Ego,
cuyas fuerzas han estado presentes en cada uno de los cuerpos físicos que ese
Ego ha usado a lo largo de su evolución. La totalidad de las experiencias del
pasado, grabadas en ese átomo simiente, es tan indispensable para la evolución
del Ego, como el corazón lo es para su supervivencia en el mundo físico. Por
tanto, es de prever que, como consecuencia de un trasplante de corazón, se
puedan producir grandes trastornos evolutivos, tanto para el donante como para el
receptor. Por tanto, no creemos que sean deseables los trasplantes de corazón.
El átomo simiente original del receptor de un trasplante de corazón, pensamos que
se queda con la contraparte etérica de su corazón original, que sigue siendo una
parte de su cuerpo vital.
La ciencia oculta nos dice que, cuando se amputa alguna parte del cuerpo físico,
su contraparte etérica permanece con el individuo en cuestión y se desintegra
sincrónicamente con el miembro amputado (brazo, pierna, etc.). La gente víctima
de una amputación se queja de dolor en el miembro amputado, que siguen
sintiendo, debido a que su contraparte etérica, que puede tardar años en
desintegrarse, sigue formando parte de su cuerpo vital.
Pensamos también que, una vez realizado un trasplante de corazón, los ángeles a
cargo de estas materias transferirán el átomo simiente del receptor al ápice del
corazón del donante, que ya bombea sangre para el cuerpo de aquél.
En cuanto al átomo simiente del donante, suponemos que se queda en su cuerpo
vital, cuyos dos éteres superiores se retienen durante las fases iniciales del
período post mortem. Pero, así como un órgano amputado se descompone, el
corazón del donante sigue funcionando, aunque en otro cuerpo y, quizás, se
acopla al átomo simiente del Ego receptor. No sabemos qué papel puede
desempeñar en tales casos el átomo simiente original pero, como hemos dicho, la
posibilidad de trastornos evolutivos es considerable.
Con relación a los donantes que autorizan el trasplante de sus órganos tras la
muerte, debemos tener presente que, durante los tres días y medio siguientes al
momento en que un Ego se considera físicamente muerto, éste desarrolla una
actividad muy importante para su propia evolución: se ocupa en revisar el
panorama de la vida recién concluida. Ese panorama será la base de su
experiencia post mortem en los mundos espirituales. Y, en la proporción en que
pueda observarlo sin distracciones, será capaz de aprender las lecciones recién
recibidas en la Tierra.
Mientras el panorama pasa, el Cordón de Plata sigue intacto, conectando al Ego,
en sus vehículos superiores, con el cuerpo denso. Así que, aunque se considere
muerto al Ego, sigue estando conectado con su cuerpo físico y no puede evitar ser
consciente de las perturbaciones que éste experimente. Dado que los órganos a
trasplantar deben de ser "frescos", han de ser extraídos del cuerpo del donante
inmediatamente tras la muerte. Y el procedimiento quirúrgico necesario distraerá
al Ego en su concentración en la observación del panorama, imposibilitándole para
aprovechar totalmente sus experiencias.
En cuanto a los donantes que permiten el trasplante de sus órganos mientras
están vivos -como en el frecuente caso de los riñone - hay que recordar que tal
sacrificio hace más difícil para ellos el agotar el período previsto para su
existencia. Incluso es posible que la mutilación voluntaria de sus cuerpos físicos
-aunque realizada con la intención de servir al prójimo- produzca un efecto
pernicioso sobre su capacidad para construir un arquetipo más perfecto o un
cuerpo físico más perfecto para su siguiente vida terrena.
Por otra parte, la razón del amor y el servicio que subyace a las decisiones de la
mayor parte de los donantes de órganos físicos, contribuyen a su crecimiento
espiritual y estatura espiritual. Y, en ese sentido, cosecharán beneficiosas
recompensas.
 

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