viernes, 10 de febrero de 2012

EL NIÑO CRISTO


EL NIÑO CRISTO
Una vez, hace muchos, muchísimos años, en un país muy lejano que
estaba más allá de los mares, algunos pastores estaban cuidando sus
ovejas. Era una hermosa noche, clara, brillante y apacible, en la
quietud había un sentimiento de expectación. Nunca las estrellas
habían estado tan brillantes y una de ellas en especial, brillaba tan
esplendorosamente, que los pastores se deslumbraron con su luz. De
repente la estrella se puso a cantar. ¡Claro, es la pura verdad,
ustedes saben que hay hadas y Ángeles en las estrellas!. Oh, qué
celestial era la música que se oía en la quietud de la noche.
Los pastores estaban tan fascinados por la estrella, que brillaba más
esplendorosamente que todas las demás, que siguieron su luz, la cual
los condujo a un lugar muy apartado de allí donde estaban. ¿Qué
creen ustedes que los pastores encontraron? Bueno, voy a tener que
contárselo porque no podrán adivinarlo de ninguna manera.
Encontraron un lindo niñito recién nacido. La luz que rodeaba al
niño era tan brillante que al principio no vieron que también allí
había Ángeles. Sí, allí había Ángeles de verdad, cuidando al
hermoso bebé. Cinco de ellos llevaban suaves trajes de arcoiris y
tenían alas plateadas y transparentes. Cada Ángel traía un raro
regalo. Los regalos eran amor, bondad, generosidad, humildad y
paciencia. ¿No les parecen espléndidos estos regalos? El sexto
Ángel vestía de un blanco inmaculado y tenía una estrella en la
frente, traía un inapreciable tesoro, altruísmo.
Este bebé, que en sí mismo era un tesoro, había sido enviado a la
Tierra por Dios, para enseñar algunas nuevas lecciones en la Escuela
de la Vida. A María y a José les dió Dios este tesorito para que lo
amaran y lo guiaran. ¡Cuánta felicidad y júbilo significó Él para sus
padres y para todo aquél que lo conoció! Este niño era un portento
porque podía hablar con los Ángeles , los cuales comprendían todo
lo que les decía. Los Ángeles le contaron lo que significaban los
regalos que le habían traído.
Cuando ya fué lo suficientemente grande para retozar y jugar, su
linda mamacita le enseñó a tener buenos pensamientos. Su sabio
papá le enseñó a usar los regalos que le habían hecho. Cuando ya
tuvo la edad suficiente para tener compañeros de juego, fué
bondadoso, dulce y generoso para con ellos y quería siempre
compartir con los demás lo que poseía. Y, ¿saben una cosa?, tenía
también compañeros de juego que eran invisibles. Jugaba con los
espíritus de la naturaleza y se divertía enormemente en su compañía.
Poco a poco fué creciendo, hasta que fué lo suficientemente grande
para ir a la escuela; era muy inteligente y aprendía sus lecciones con
mucha rapidez. Pero no se ponía orgulloso por eso, sino que era
muy humilde y tan generoso que con gusto les enseñaba a los que no
podían aprender fácilmente. Tenía mucha paciencia para con los que
trataba de ayudar.
Cuando aún era muy chico, su madre le había dicho que solamente
los puros de corazón podrían ver a Dios, por eso conservó su
corazón puro ya que quería ver algún día a Dios. Su padre le había
enseñado que los pensamientos son cosas que pueden hacer que se
desarrolle un hermoso carácter, por eso tenía mucho cuidado de
pensar solamente cosas buenas. También se le enseñó que el
hermoso cuerpo que Dios le había dado, era realmente un templo
vivo, para que Dios viviera en él, por eso es que tuvo mucho
cuidado de mantenerlo en buenas condiciones.
Después de un tiempo fué a permanecer unos días con unos hombres
sabios y santos llamados Esenios. Ellos le enseñaron lo que respecta
a la Tierra y a las estrellas y lo que se relaciona con los espíritus de
la naturaleza y con los Ángeles y Arcángeles. Allí aprendió también
mucho más acerca de su maravilloso cuerpo y aprendió a prepararse
para recibir a un Huésped Celestial.
Cuando ya estaba completamente desarrollado, su carácter había
llegado a ser noble y santo, su mente estaba llena de buenos
pensamientos y empezó a dar sus hermosos pensamientos a los
demás. Se hacía amigo con todos y era tan humilde que todos lo
querían. También amaba a los animales y era siempre bondadoso y
dulce con ellos, porque sabía que eran sus hermanos menores.
Después que hubo aprendido todas las lecciones que tenía que
aprender en esta vida terrena, sucedió algo muy maravilloso. Algo
que la gente llama misterio; pero se lo voy a revelar ahora mismo.
Se necesitaba encontrar a alguien que fuera puro y santo y quisiera
dar su cuerpo para que lo usara el Hijo de Dios, Cristo, que quería
venir a la Tierra a salvar a los hombres de sus pecados. Por eso
Jesús, que era el nombre del joven del cual habíamos estado
hablando, ofreció su cuerpo para recibir al Huésped Celestial. Este
constituye el más grandioso acto de Sacrificio Propio y Jesús ganó
con él, gran favor de Dios. Lo anterior sucedió de esta manera: Jesús
fué bautizado en el rio Jordán y cuando iba saliendo del agua, el
gran Espíritu de Cristo descendió de los cielos, entró en su interior y
lo llenó con su poder espiritual. Entonces, una voz desde los cielos,
dijo: "He aquí mi hijo bien amado en quien he puesto toda mi
complacencia". Después que este gran misterio tuvo lugar, Jesús se
llamó Cristo Jesús. Fué el hombre más santo de todos los que han
vivido sobre la Tierra y llegó a ser el salvador de la Humanidad.
Si somos siempre buenos, bondadosos, llenos de amor y más que
todo generosos, es decir, sacrificamos nuestros pequeños placeres y
aún nuestros preciosos tesoros para hacer que los demás sean felices
y si mantenemos nuestras mentes y nuestros cuerpos puros, limpios
y santos, el hermoso Cristo vendrá a vivir como un niño en nuestros
corazones. Entonces llegaremos a ser grandes hombres y mujeres y
llegaremos a ser semejantes a Él.

No hay comentarios:

Publicar un comentario